miércoles, 3 de noviembre de 2021

APRENDER A PENSAR DESDE LA ESCUELA


En la escuela acompañamos a los alumnos y estimulamos en ellos la adquisición de los aprendizajes que creemos son imprescindibles para la vida. Les ayudamos a aprender sus propias estrategias para tomar decisiones, para resolver problemas, para colaborar en equipo, etc. En la base de todos esos aprendizajes subyace la necesidad de ser buenos pensadores. 

Se puede aprender a pensar mejor y, por tanto, se puede enseñar a pensar mejor. Una cultura de aprendizaje precisa de un clima de bienestar emocional que permita a los alumnos implicarse de forma cada vez más autónoma. Valorar y referirnos explícitamente a lo que hacen, dar tiempo suficiente a la reflexión personal, fomentar el trabajo cooperativo, cuidar la estética del aula, desarrollar la creatividad y hacer que pierdan el miedo a equivocarse son claves que contribuyen a crear ese clima de bienestar. Además de la creación de un clima favorable para la reflexión, planteamos cuatro ámbitos de intervención para lograr este objetivo:

  • Ayudar a los alumnos a conocer sus fortalezas y afrontar sus debilidades.
  • Entrenar diferentes destrezas para ser pensadores críticos y creativos.
  • Potenciar en los alumnos el desarrollo de la metacognición para que identifiquen las destrezas y los hábitos de aprendizaje que utilizan, por qué los utilizan y cómo influyen en la visión que construyen de las cosas y los modos que seleccionan para afrontarlas.
  • Presentarles diferentes recursos y estrategias de aprendizaje para que los alumnos las manejen con soltura y eficacia.  
En todos los casos el proceso para aprender a pensar requiere cuatro pasos:
  • Hacer explícito lo que se piensa. Los niños tienen que formular sus respuestas abiertas que contrastarán con sus compañeros y enriquecerán con las aportaciones de estos.
  • Organizar las ideas en gráficos. Estos gráficos se pueden utilizar par compartir los aprendizajes con el grupo de clase, dialogar sobre ellos y profundizar en las ideas previas. Las representaciones en gráficos ayudan al profesor a evaluar cómo aprenden sus alumnos.
  • Practicar habitualmente. Repetir en varios contextos y en diferentes circunstancias las diferentes rutinas de pensamiento para que se convierta en algo que el niño realiza de forma espontánea y autónoma.
  • Estimular la metacognición. Reflexionar sobre los pasos que se siguen en cada actividad y pedirles que busquen ellos mismos otras situaciones donde siguen un itinerario de razonamiento similar. 

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