Mussolini pretendía legitimarse ante el pueblo italiano mediante una gestión eficaz que repercutiese en amplias mejoras económicas.
En este sentido, aplicó una política de grandes obras, como una manifestación de la recuperada grandeza italiana: autopistas, saneamientos, construcción de ciudades...
Además, fomentó la industria con medidas protectoras contra la competencia exterior y con la autoarquía. No obstante, el nivel de vida medio descendió y el paro aumentó.
En el terreno social, el fascismo se definió por el corporativismo, una doctrina de consenso entre patrones y trabajadores.
El estado actuaba de árbitro en las disputas. Fue un instrumento que privó a la clase obrera de la acción sindical. El régimen fascista introdujo algunas medidas sociales que le permitieron ganar popularidad entre los trabajadores, como la seguridad social, las vacaciones laborales y las organizaciones dedicadas a alas actividades de ocio. Uno de los primeros éxitos del fascismo fue la firma de los tratados de Letrán con la Santa Sede en 1929. Estos acuerdos ponían fin al litigio entre Italia y el Vaticano desde 1870 con la ocupación de los Estados Pontificios por el reino de Italia. En los tratados de Letrán se reconocía la soberanía del Papa en el nuevo estado del Vaticano, se compensaba económicamente a la Iglesia por la pérdida territorial y se le reconocía un papel destacado en la educación.
Este acuerdo dio a Mussolini las simpatías de una gran parte de los cristianos italianos.
Sin embargo, el partido católico de los popolari manifestó su oposición al régimen y Mussolini amenazó con lanzar a los escuadristas contra ellos, a menos que el Vaticano convenciese a las organizaciones católicas de que cesaran en sus críticas. A mediados de los años 30, la dictadura fascista estaba firmemente asentada, y la política internacional de Mussolini era aceptada por muchos países.
La tradicional debilidad económica de Italia no se superó; detrás de las grandes obras y tumultuosas manifestaciones de adhesión al régimen se ocultaba un país atrasado y de poco desarrollo económico.
Estas limitaciones quedarían al descubierto con la entrada de Italia en la II Guerra Mundial.
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