El ejército almohade había logrado conquistar Salvatierra, principal fortaleza de la orden militar de Calatrava. Esta conquista conmocionó a la España cristiana, y el rey castellano Alfonso VIII consiguió que el Papa Inocencio III proclamara una cruzada por toda Europa.
A principios del año 1212 se concentró en Toledo un numeroso ejército formado por aragoneses, castellanos y europeos de diversas procedencias. Tras conquistar la importante plaza de Calatrava, los cruzados siguieron su marcha hacia el Sur, pero la mayoría de los cruzados europeos, descontentos por el escaso botín conseguido y por la negativa del rey castellano a matar a todos los prisioneros musulmanes, decidieron retirarse. Esta retirada debilitó la moral de las tropas españolas, pero la llegada de Sancho el Fuerte de Navarra, con un potente ejército, animó a los cristianos a proseguir su avance.
Mientras los tres reyes cristianos deliberaban sobre el modo de cruzar los estrechos desfiladeros de Sierra Morena, tan bien guardados por los almohades, se presentó un pastor de la zona que les mostró un paso secreto por donde los cristianos podrían cruzar.
Las defensas almohades resistieron el primer ataque de las tropas cristianas, pero el rey Alfonso VIII, jugándose el todo por el todo, atacó con todas sus reservas y logró desbordar las líneas musulmanas. Se inició una desbandada de los almohades y sólo luchó con bravura la guardia personal del emir, encadenada a la tienda del jefe almohade. Finalmente, el rey navarro terminó con esta resistencia.
La gran victoria de las tropas cristianas españolas inició la decadencia definitiva del poder musulmán en la península Ibérica.
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