Las bebidas alcohólicas producen una hiperglucemia precoz debida a los hidratos de carbono que contienen, seguido de una hipoglucemia. El alcohol interfiere en la capacidad del hígado de trasformar el glucógeno que tiene almacenado en forma de glucosa, lo que provoca un rápido descenso de la glucemia. Por tanto, solo se debe ingerir alcohol con moderación y únicamente en las comidas, y es recomendable controlar la glucosa en sangre para prevenir una posible hipoglucemia.
En circunstancias normales, y cuando la diabetes está bien controlada, cantidades moderadas de alcohol no producen efectos importantes sobre la glucemia.
En personas con diabetes tipo 1 puede existir riesgo de hipoglucemia de instauración tardía en sujetos con niveles de alcohol en sangre no demasiado elevados. Esta hipoglucemia inducida por el alcohol no se corrige con glucagón ya que está causada por la alteración del depósito de glucógeno.
La hipoglucemia puede incluso aparecer hasta 36 horas después de haber bebido, y puede ser de moderada a intensa en individuos cuya ingesta de alimentos haya sido escasa.
Otro dato a tener en cuenta es que la ingesta de cantidades moderadas de alcohol entorpece la percepción de hipoglucemia.
El diagnóstico de la hipoglucemia puede estar enmascarado porque los síntomas y signos son similares a los resultantes a una ingesta de alcohol (puede confundirse con una borrachera).
Puede uno acostarse con una glucemia de 300 y despertarse a las 2 horas con una hipoglucemia grave con síntomas como temblor, mareo y sudor, y pensar que es debido a lo que se ha bebido y no a la hipoglucemia que se está sufriendo. Si, además de beber se hace ejercicio, como bailar, aumenta el riesgo de padecer hipoglucemia.
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