Abderramán I, descendiente de los omeyas de Siria, estableció en al- Andalus un emirato independiente políticamente de los califas abasíes de Bagdad. En medio de innumerables luchas, sus sucesores lograron consolidar este Estado, que significó la etapa más brillante del dominio islámico en España.
Huida de Damasco y llegada a Occidente
Este príncipe omeya, al que las crónicas de la época describían como esbelto y de tez pálida, con el pelo rubio y los ojos azules, era nieto del califa Hixem. Fue el único de su familia que logró escapar a la matanza perpetrada por los abasíes, cuando éstos derrotaron y sustituyeron al califa Marwan II (750). Disfrazado de beduino, huyó a Egipto, y de allí al Magreb, donde entró en contacto con la tribu bereber de los zanatas de Ceuta, a la que pertenecía su madre.
Desde el norte de África envió a su servidor Bedr a al- Andalus, un territorio inmerso en luchas intestinas, como resultado del enfrentamiento entre el walí (gobernador) Yusuf al- Fihrí y los árabes yemeníes. Abderramán supo sacar partido de esta rivalidad, logrando la adhesión de estos últimos, que le ofrecieron su reconocimiento como gobernador. Asegurado el apoyo de los yemeníes en el interior, emprendió la conquista de la Península, contando, además, con la ayuda de sus aliados bereberes y de algunos exiliados que habían servido a su familia en Siria.
La conquista de la península Ibérica
En el 755, Abderramán desembarcó en Almuñécar, aprovechando que Yusuf y su lugarteniente Sumayl se encontraban lejos de Andalucía, tratando de sofocar una rebelión de los yemeníes en Zaragoza. Al enterarse de la llegada del omeya, Yusuf se dirigió rápidamente hacia el sur, mientras encargaba a sus hijos y a Sumayl el reclutamiento de fuerzas para enfrentarse al intruso.
Abderramán logró derrotar a sus enemigos en al- Musara, a las afueras de Córdoba (756), y de nuevo en Almuñécar, donde se había refugiado el walí. Finalmente, Yusuf se rindió y reconoció a Abderramán I como emir legítimo, traspasándole su título de gobernador. A partir de ese momento, el omeya se aplicó a la tarea de pacificación del territorio, restableciendo la administración según el modelo impuesto por su familia en Oriente. Todavía en el 759 hubo de hacer frente a una sublevación de Yusuf, que, no obstante, fue derrotado y muerto. Finalmente, sus últimos partidarios se rindieron en el año 763.
Los primeros años del reinado
Convertido en emir de al- Andalus en el 756, durante gran parte de sus treinta y tres años de reinado Abderramán I tuvo que hacer frente a numerosas luchas originadas por su deseo de someter a toda la España musulmana. Por otra parte, se sucedieron las revueltas internas, provocadas, fundamentalmente, por el odio que enfrentaba a los distintos clanes árabes entre sí y por las tensiones raciales surgidas entre árabes, muladíes - cristianos convertidos al Islam- y mozárabes - cristianos que habían permanecido en territorio musulmán-.
Algunos de estos episodios estuvieron instigados por agentes de los califas abasíes de Bagdad, que intentaban evitar la consolidación de un poder musulmán autónomo en Occidente. De hecho, en el 763, el walí de Kairouan (Tunicia), al- Alá ibn Mugit, fue enviado por el califa al- Mansur para deponer al omeya. A pesar de que los árabes yemeníes, antiguos aliados de Abderramán, se agruparon alrededor de al- Alá, el emir consiguió derrotar a sus enemigos en Badajoz. Según cuentan los textos de la época, envió la cabeza del walí al califa de Bagdad, quien, al parecer, exclamó: "Este hombre es el mismo diablo. Loado sea Dios, que ha puesto el mar entre él y yo". Más allá de la anécdota, es indudable que el poder de Abderramán se consolidaba en el extremo occidental del Mediterráneo; los acontecimientos futuros se encargarían de confirmarlo en los siglos sucesivos.
Conjurada la amenaza momentáneamente, los problemas del emir omeya continuaron. A la tenaz resistencia de Toledo a someterse a su autoridad, se sumaba la existencia de un número creciente de opositores, que tomaron el bando de los abasíes. En el 766, el descontento cristalizó en torno a la figura del walí de Meknes (Marruecos), Abd al- Gafir, que preparó el desembarco en al- Andalus. Después de varias correrías por el territorio oriental de Andalucía, se dirigió a Sevilla, en cuyas inmediaciones sería finalmente vencido y muerto (772).
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